Una más
Sobre
Aires de esperanza
La cárcel siempre es un castigo, un invento del hombre para
retener al descarriado y disfrutar de una tierna fantasía de seguridad. El
preso, por cierto, vive en condiciones deplorables y, más que regenerarse,
suele pensar cómo escapar para el próximo golpe. Pero las sociedades hacen lo
que pueden y las soluciones de muchas problemáticas no parecen fáciles.
No es claro
que Jason Reitman pensara en estas cosas cuando dirigió Aires de esperanza. En esta película Frank, el personaje de Josh
Brolin, es un recluso que logra escapar de prisión y toma como rehén a una
mujer y su hijo. Ella es Adelle, interpretada por Kate Winslet , y está
preciosa. Las cosas, por suerte, no siempre son los que parecen. Adelle es una
madre divorciada y deprimida que casi no puede salir de su casa por sus ataques
de pánico. Tiene un atento hijo adolescente que, asustado por su salud, intenta
ayudarla toda vez que puede. Las casualidades de la vida los cruza con Frank, y
a partir de aquí empiezan los problemas de esta película. No es verosímil que
una mujer, por más despistada que esté, ponga a su hijo en peligro llevando a
su hogar a un convicto fugado, aunque él repita “nunca he lastimado a nadie a
propósito en mi vida”. Mientras, los informativos locales no paran de anunciar
que en el pasado él ha asesinado a su esposa. Todo se configura una historia
psicológica donde Frank los retiene pero también los mima y comprende. La
narración de la historia corre por cuenta del chico, que busca un padre real y alguien
a quien admirar, y qué mejor que depositar sus necesidades en una persona que
los ha raptado para escapar de la policía. Frank limpia, encera y ordena la
casa. También enseña a jugar beisbol al adolescente y cocina sus recetas de
fugitivo gourmet. No hay caso, él es un hombre todo terreno y Adelle, a esta
altura, ya está prontita para amarlo. En un punto la historia gira en torno a
la perversión y la cursilería.
El contrato que todo espectador debe hacer al entrar a una
sala de cine en el caso de Aires de
esperanza es impagable. A esta ficción le falta tensión y todo se vuelve
demasiado previsible. Pero, como la vida es un misterio y el cine también, las
buenas actuaciones de Josh Brolin y Kate Winslet le dan vuelo a una película
entretenida y estéticamente bonita. Porque atrás de este filme está el pulso de
un buen director de cine. Jason Reitman se dio a conocer con Gracias por fumar (2005), una película repleta de sarcasmo sobre la
vida de un lobista de las empresas tabacaleras que defiende el cigarrillo a capa
y espada y se opone con fervor a grupos de defensa de la salud, al tiempo que
cría un niño y se cuestiona sobre la imagen pública que da como padre. También
dirigió La joven vida de Juno, un
filme indie sobre el embarazo de una chica adolescente, interpretado con mucha
gracia por Ellen Page. La joven vida…
es una película fresca y descontracturada sobre temas y situaciones bastante
complejos. Cuenta con la suficiente onda o liviandad para conformar un muy
lindo paquete con excelente música y una fotografía de primera. Además termina
con una frase bien certera: “Y sé que la gente debe enamorarse antes de
reproducirse, pero supongo que la normalidad no es nuestro estilo”. Pura
emoción en base a sabiduría simple, pero emoción de la buena.
Más recientemente Jason Reitman dirigió Young adult (2011), una comedia protagonizada por Charlize Teron
que tuvo muy buena recepción de la crítica. Aunque antes hizo Amor sin escalas (2009) con George
Clooney, sobre un ejecutivo solitario que trabaja despidiendo gente a lo largo
y ancho de Estados Unidos. Por eso, va de aeropuerto en aeropuerto dando la
noticia más triste que puede recibir un empleado: “la empresa lamentablemente
ya no contará con sus servicios”. Una película que habla con maestría sobre las
apariencias materiales, la soledad y el amor (o, más que nada, la falta de).
Las relaciones son frías, impersonales. Se viaja con música ambiente, se usan
tarjetas magnéticas, y se mide con arrogancia las millas de vuelo, al tiempo
que se largan sentencias de tipo “no te hagas ilusiones, todos morimos solos”.
En suma, una película que no tiene el envase del gran cine: es graciosa pero
simple y profunda aunque a partir de temas usuales; un filme infrecuentemente
bueno que puede estar oculto para varios amantes del “cine intelectual”.
Debería existir una norma por la que a partir de dos o tres
películas buenas un director pudiera ser catalogado como un crack. Aunque
algunos se equivoquen reflexionando sobre el cine de autor o el nivel de la “obra
completa” de un director. Las personas son impredecibles y se equivocan y
siguen. No queda otra. Y muy pocos son los que mantienen un gran nivel a lo
largo de su carrera. Jason Reitman nos tenía desacostumbrados con varias buenas
películas. Aires de esperanza es fallida, equivocada. Pero no importa, varios de sus hinchas estamos
seguros que Jason sabrá reponerse y regarnos de humor en su próximo filme. Esta
barra te lo pide. Dale papi, vos podés. Una más, y no jodemos más.